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miércoles, 9 de septiembre de 2020

Miedo al Futuro.

 Las palabras son pentáculo y grimorio, dijo un esoterista. Becario de farmacia se decía en el siglo XV mancebo de botica...Es lo mismo pero no es igual, las palabras tienen su propia constancia, su propia fuerza. Las consciencias diversas quieren conocerse, no quieren alejarse entre sí. los simbolistas poetas decían que cada palabra es una invocación y cada frase un enigma abierto a la comprensión de los hombres. La cultura se ha trazado siempre sobre el espíritu y ha sido el espíritu el que ha hecho avanzar las sociedades y si una sociedad no tiene espíritu, la sociedad no avanza. Espero que no se tome ésto como una llamada a cultivar las Humanidades o a ser más religioso, no se trata de impeler a los demás a tomar una forma de ser o de estar en el mundo, quizás pretendo que se pueda lograr una trascendencia en todos los actos por más mínimos y pueriles que puedan llegar a ser. La sociedad está fracasando por falta de trascendencia, nos falta poder imaginar un futuro, nos falta poder apreciar que el futuro sea progreso y nos falta poder adivinar que este progreso sea lo mejor para la raza humana. Nos damos cuenta todos de que andamos sumidos en el desconcierto por haber perdido bienes materiales y capacidad adquisitiva, no hemos querido entrar en los dones del espíritu, no hemos querido cultivar la riqueza espiritual y nos encontramos huérfanos y frustrados porque nuestros anhelos--que son casi siempre anhelos materiales--no van a llegar a cumplirse, no van a llegar a materializarse.

Una solución para dejar de temer al futuro sería crear una sociedad en la que a nadie le faltara de nada y sin embargo vemos a las naciones colapsar en medio del grave riesgo de una hambruna generalizada cuando no asoma el peligro de una guerra o de un conflicto civil, situaciones que de alguna manera ya se están dando, ya se están produciendo.

Tal vez existieron otras épocas, y quizás no hace mucho tiempo, cuando ser más listo que los demás significaba ganar más dinero que los demás, tener más recursos que los demás...pero hoy no es así y la persona más inteligente puede agostarse en la indigencia.

Adaptarse a una dictadura tecnológica en medio de lo más profundo y lo más crudo de la cuarta revolución industrial es como aquel relato de aquel artesano zapatero de Alicante que cuando cayó la industria del calzado en España se negaba a aprender a realizar páginas web en un cursillo del desempleo porque él se consideraba un artesano...No hemos contado quizás al gran número de gente que no ha querido ni ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y en toda la historia de la humanidad siempre han existido personas así, personas que perecen arrastradas por la vorágine de los nuevos cambios que no van con ellos.

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