Parábola de los talentos
La parábola de los talentos es una comparación (mashal) que forma parte del Evangelio de Mateo (25,14-30), y que tiene en la llamada parábola de las minas o parábola de las diez onzas[1] del Evangelio de Lucas (19, 11-27) un texto con paralelismos evidentes que ilustra la misma idea.[2][3] Los dos evangelios ponen esta enseñanza en labios de Jesús de Nazaret.
En Mateo, la parábola de los talentos se ubica a continuación de la parábola de las diez vírgenes, y forma parte de un largo discurso que tiene por eje principal el tema de la vigilancia con motivo del juicio final.[4] El significado de la parábola de los talentos ha sido largamente debatido, particularmente en referencia a lo que la parábola pudo criticar cuando fue pronunciada durante el ministerio de Jesús.[5] Sin embargo, la enseñanza fundamental en el marco del cristianismo es clara: que Dios confía sus dones o talentos a los hombres con la obligación de que los desarrollen, que espera una respuesta fructífera por parte de cada hombre,[4] y que la inactividad —por miedo,[6] exceso de precaución o cobardía,[7] pereza, o simple omisión consciente[8]— en hacer rendir los talentos recibidos es criticada por el propio Jesús.[9]
Versiones de la parábola
Existen tres versiones de la parábola:[10]
- la del Evangelio de Mateo 25, 14-30;
- la del Evangelio de Lucas 19, 12-27; y
- la del Evangelio de los nazarenos,[11] un escrito apócrifo del siglo II.
A continuación se muestran los pasajes que incluyen la parábola de los talentos de Mateo y la parábola de las minas de Lucas. Se remarca en color y negrita aquellas expresiones que implican paralelismos evidentes entre los núcleos de las versiones de esos dos evangelios sinópticos.
La tercera versión pertenece al Evangelio de los nazarenos, y se considera que es la que se diferencia más de la forma que tenía la parábola en su origen.[14] En ella se presentan tres siervos:
- Un siervo que multiplicó el dinero confiado;
- Otro siervo que enterró el talento;
- Un tercer siervo, propio del Evangelio de los nazarenos, que dilapidó el dinero con prostitutas y tocadoras de flauta.
El primer siervo recibe la aprobación de su señor; el segundo es solamente censurado; el tercero es metido en prisión. Esta mutación de la parábola que enfatiza la infidelidad del tercer siervo en la vida disipada (cf. Lc 15, 30; 12, 45), tuvo probablemente una intención moralizante en el marco de la Iglesia judeocristiana.[15]
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