Saludos. Desde que la CIA inventó la New Age en Estados Unidos para que sus jóvenes que no querían ser conservadores como sus padres no se hicieran comunistas, extraños cultos y tendencias místicas han venido al mundo y quizás lo último sea hacer de la ciencia una religión, quizás lo último sea hacer del empirismo la única forma de filosofía posible: sólo lo que se pueda demostrar científicamente es real. Sólo lo que una máquina, un experimento o un tratamiento pueda demostrar científicamente es real, pues como decía el filósofo David Hume nuestros sentidos pueden engañarnos, nuestra inteligencia puede engañarnos, nuestras percepciones pueden ser erróneas pero incluso las percepciones de los demás y por éso se busca el consenso: algo que sea unánime, algo en lo que crea todo el mundo, una seguridad en la que se encuentre todo el mundo, una certeza que crean todos.
El mundo como voluntad y representación de Shopenhauer ya nos decía que no vivíamos en el mejor de los mundos posibles y que nunca se había vivido en el mejor de los mundos posibles y que tal vez estemos todos viviendo en el peor de los mundos posibles, pero tranquilos, porque todo es un sueño.
Lo mismo decía Nietzsche con su Mundo-Verdad en la voluntad de poder, que el lugar en el que estamos viviendo es falso, un puro decorado pero que sin embargo hay un Mundo-Verdad pero que no lo conocemos, claro.
Ésta vida es camino para otra que es morada sin pesar, decía Santa Teresa porque aquí, igual que dice La Cábala y el libro del esplendor estamos viviendo en un lugar de castigo, en un valle de lágrimas como reza La Salve.
Al no creer la gente ya absolutamente en nada todo el mundo piensa cada vez más que nada es real, que nada es cierto pero este nihilismo es muy antiguo y la prosperidad económica cuando llegó nos hizo decantarnos por un mundo material que ciertamente tenía consistencia, al desaparecer este mundo por sucesivas crisis y pandemias la gente está más perdida que el barco del arroz y realmente lo que sucede es que estamos asistiendo a un mundo en descomposición y la guerra mundial es la última prueba de ello.
La fuerte introversión y aislamiento a la que hemos sido sometidos con los confinamientos y las pandemias trufado de desconfianza y recelo hacia el prójimo considerado como una amenaza, como el transmisor de una enfermedad nos ha arrastrado a todos hacía zonas de sombra en las que con el tiempo todos se han sentido cómodos y ya no había necesidad de interactuar con nadie y por eso los grupos se hicieron más pequeños hasta el punto que ya cobran relieve y valor los pequeños grupos burbuja ideológicos, la gente que piensa igual que nosotros aunque sean sólo una parte ínfima del planeta. La globalización ha aumentado la división y la fractura social, hemos encontrado muy cómodo que tan sólo cuatro gatos que piensen como nosotros nos sirvan para darnos la razón y ese es el éxito de los canales de Telegram, el pequeño grupo sirve para dar consistencia a todo nuestro mundo y los demás nos sobran. El globalisno ha conseguido el efecto contrario que perseguía.
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