lunes, 9 de abril de 2018

LA MESA ROJA




Saludos. Quisiera hablar ahora de la educación que yo recibí de niño, en los primeros años de los cursos de la ya extinta EGB, cuando tenía 6, 7, 8 y 9 años. Últimamente me estoy replanteando mucho los sistemas educativos en la primera infancia y en la infancia. Pienso de alguna manera que esos primeros años de educación nos han convertido en lo que ahora ya somos, es una evidencia, es una realidad. Los primeros años en el colegio son determinantes y son los que van a señalar toda nuestra posterior educación. Al bachillerato y a la universidad ya se llega con una personalidad hecha, fraguada en la infancia.

En mi colegio los niños nos sentábamos en grupos de cuatro o cinco a una mesa que podía ser de un color u de otro. El color de la mesa determinaba nuestro valor y nuestra capacidad. LA MESA AZUL ERA EL CIELO, LA MESA ROJA, ERA EL INFIERNO. LA MESA MARRÓN, ERA EL PURGATORIO.

Los niños según fueran buenos o malos, hicieran bien sus deberes o no, se les acomodaba en unas mesas u otras. Si eras desobediente o cuestionabas la autoridad de la profesora o eras respondón o alborotabas en clase, automáticamente pasabas a la MESA ROJA, que era el infierno y ahí te encontrabas con otros niños torpes, contestones, respondones, ineducados, rebeldes que se encontraban en el EL INFIERNO y eran enviados allí de manera transitoria hasta que pudieran depurarse y ser mejores y poder llegar al menos hasta la mesa marrón, que era el purgatorio, que era de alguna manera la más común mediocridad.

Se celebraba con aplausos cuando un niño se había portado bien y abandonaba la mesa roja para irse de momento a la mesa marrón, había prosperado y todos los demás niños, felices y contentos, le aplaudían y le sonreían.

Desde la mesa marrón podías ir a la mesa amarilla y ya estabas más cerca de la mesa azul, que era el cielo. De la mesa amarilla pasabas a la mesa verde que era de los que están a punto de ser los mejores. Estar en la mesa verde era una gran alegría, ya habías avanzado bastante, ya pertenecías casi al grupo de los elegidos.

Los niños más buenos, más dóciles y más estudiosos y que más se plegaban al sistema y a las conveniencias de la profesora, estaban en la mesa azul, que era el cielo. Casi siempre eran los mismos, ese grupo no solía cambiar.

Lo más curioso es que los grupos apenas se movían, los de la mesa verde casi siempre eran los mismos, los de la mesa roja también, los de la mesa marrón y amarilla cambiaban más pero en la mesa azul estaban los de siempre.

Algunos se conformaban con su destino, otros luchaban por avanzar, por ser mejores, por ser más. Otros con llegar a la mesa amarilla o a la verde ya se sentían más que satisfechos y otros no ocultaban sentir un oscuro placer en pertenecer a la mesa roja.

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