Saludos. Lo que vemos en esta vida no es más que menos del uno por ciento de lo que se manifiesta en nuestra realidad. Lo que la mente analítica data en el fondo no tiene correspondencia con lo que es tangible. Todo nuestro entorno es limitante por nuestra mente porque sólo ocupamos nuestro intelecto en activar una parte de nuestro cerebro que es francamente ridícula, francamente pequeña. El Archivo Secreto del Inconsciente, lo que más nos puede impresionar o impactar de nosotros mismos, sale a la luz. No es la Mente Analítica la que se abre, se abre una ciencia de realización de Códigos Espirituales, con la sorpresa de Urano, con la información de lo Nuevo, de lo inusitado, de lo no transitado. Así nos habla Mercurio en Escorpio, no se trata de ilusiones sino de la luz de la fría inteligencia que ilumina cómo una llama azul, abriendo espacio junto a un Júpiter también en Escorpio y en el mes de Escorpio: pensamientos dominantes, obsesiones, traumas, luces en la conciencia que nos hacen darnos cuenta de algo y la seguridad del sinsentido, el orden del caos y viviendo con preguntas abiertas dejaremos de ponerle etiquetas a todo. Todo lo que queremos está impedido por todo el condicionamiento de lo que nos han dicho que somos nosotros, las cosas son cómo son independientemente de lo que uno piensa.
Para concluir todos somos más de lo que nosotros nos pensamos que somos y ésto es una realidad incontrovertible, el cerebro es el único órgano que no se conoce completamente ni medianamente a la perfección, es realmente nuestro límite y sigue siendo para los científicos un misterio en pleno siglo XXI.
No obstante la astrología es cómo un Gran Reloj Cósmico que marca las horas de la evolución del ser humano con una lección espiritual que tenemos que aprender a cada campanada. Ahora suena la hora de la nefasta y execrable cuadratura de Sol y Plutón, nos trae lecciones que aprender.
La lección que tenemos que apreder con esta conjunción es lo insignificante que puede ser el ser humano ante las fuerzas de la naturaleza, ante la virulencia de una gran guerra o cómo sujeto paciente y sufridor de grandes crisis económicas para las que no hay salida. La insignificancia del ser humano cuando sufre directamente los embates y los embistes de la furibunda naturaleza o la crueldad de una guerra librada por intereses egoistas o los efectos perniciosos para su economía de una crisis sistémica sin final.
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